Recuelo

lunes, septiembre 05, 2016

El recuelo hervía en mi garganta, mientras el azúcar se disolvía sin rastro de dulzura. La taza rastros de su presencia dejaba y la mesa se impregnaba del olor del recuerdo. Fue entonces que mi mano, con la poca fuerza que me restaba, se estiro a tomar una hoja. Acto seguido tu nombre era trazado y mi corazón mutilado. Una cajetilla de cigarros, con una lumbre dentro, esperaba ser encendida. Y sin darme cuenta la hoja ardía, mientras los recuerdos me rogaban, porque no los destruyera. La llama se acrecentaba, iluminando la figura de mi abuelo, que de las sombras aparecía. Nada de formalidades, saludar, despedirse son puras trivialidades.

-               ¿Niña tonta qué es lo que haces? Quemando el nombre esperando, que con este huya el tormento. Niña no seas tonta y enciende tus recuerdos. ¿Te duele? ¿Te pesa? Olvidarlo quieres, para dormir contenta. No seas tonta y recuerda cada instante. Recuerda como era el inicio del día y el momento de su partida. Recuerda su nombre y guárdalo como tu melodía favorita. No escribas su nombre en la arena, el mar hará todo lo posible para que este desaparezca. Encargarte profundamente de tallarlo en las venas. Cada mañana cuando desayunes, recuerda untarle un poco de remembranza a tus panques. ¿Café con leche? Café con evocaciones, el dulce sabor a sufrimiento.

¿Suena loco lo que digo? ¿Demente? Más demente lo que tienes pensado. Quemarlo, con el propósito de desaparecerlo, es sumamente arriesgado. Niña no te expongas, ¡protégete! Recuérdale, recuérdale. Evócalo día y noche, que sea tu rutina pensarle una vez al día. Recuerda niña tonta, que si lo olvidas y se vuelven a encontrar, corres el riesgo de volverte a enamorar.
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