Existe un momento en la vida en el que sólo existes tú. El majestuoso talento que posees es sin igual. Eres tan único y creativo que el mundo no ha visto nada parecido a ti, ya que jamás ha existido y jamás existirá algo igual.
Eres tan maravilloso que el nido en el que resides te queda chico. Abres tus alas al esplendor de la vida y permites que el viento juegue con ellas, bailas al rededor de la ventisca. Es ahà cuando conoces nuevos mares y descubres que el atardecer ocurre en varias partes. El increÃble talento que solÃas poseer ya no te parece tan único. Comparas tu plumaje con quien vuela enfrente y empiezas a defender el vuelo. Alrededor de ti todos vuelan más alto. Supones que lo hacen, tus ojos se han enceguecido, por envidiar al sol.
Yo he volado por esa vÃa y a veces la sigo transitando. Pero es cada vez que desciendo que verdaderamente pienso. ¿Por qué es que todo empezó? Me remonto a los inicios donde era mÃo y de nadie más, cuando era único. En ese preciso instante es que todo vuelve a tener sentido. Jamás ha sido por gloria o reconocimiento. Mucho menos por ego o aburrimiento. Ha sido por pasión, para controlar la necesidad que tenemos por crear, poder dar una respiro de la normalidad, viajar, sentir, reÃr. Qué más da si 50 o 1,000 personas lo hacen, jamás ha tenido que ver con el resto. Siempre ha sido entre tú y tu necesidad por vivir.