Conforme el tiempo pasa deseamos que las noches se alarguen
y los dÃas se acorten, queremos seguir soñando en vez de enfrentar la realidad.
Al llegar un nuevo dÃa culpamos de todos nuestros males al tenue
rayo de luz, que se abre paso a través de la ventana. ¿Por qué culpar al rayo? Cuando
somos nosotros a los que debemos señalar. Claro que es más fácil dejar los
sueños al aire, donde no lastimen a nadie; que en este caso serÃa a nosotros
por miedo a tratar de conseguirlos.
Pero los sueños no significan nada, sino son más que vagas fantasÃas,
que se esfuman con el viento. De nada te
sirve estar soñando si no vas a ser nada al respecto.
Si es algo que no podemos pasar un dÃa sin pensar ¿por qué
no tratar? No creo que seamos seres negativos, pero muchas veces nos dejamos
envolver en un mar de pesimismo. Nos imaginamos en el peor de los escenarios. Decepción,
tristeza, derrota son nuestras ideas predilectas. Nos concentramos en todas las
puertas que nos cerrarán y los rechazos que ocurrirán.
Estoy completamente segura que el “NO” es uno de nuestros
peores enemigos, pero no el que seguro estarás pensando, sino el que uno mismo
se impone:
“NO” puedo. “NO” soy capaz.
Además, que tan malo puede ser que nos rechacen un millón de
veces, si después recibiéramos un sÃ. ¿No
valdrÃa la pena? Si no falláramos de vez
en cuando ¿cómo aprenderÃamos? Después de todo buscamos ser ese uno dentro de
un millón. ¿No?