2015

martes, diciembre 30, 2014

Siendo año nuevo escucho por todos lados la misma cantaleta:
Este año será diferente, ahora me convertiré en lo que siempre he querido ser, esta vez sí cumpliré mis propósitos.
 Me parece perfecto que como humanos busquemos mejorar, convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.
Pero jamás concordaré con la devaluación del tiempo. No pretendo sonar como una antipática de las celebraciones, pero porque solo festejar al nuevo año. Acaso solo tiene caso celebrar cuando se han juntado 365 días. Será que es tan poco el valor de una hora, que solo cuenta cuando se ha convertido en 8760 horas.
Años atrás recuerdo que una maestra de primaria nos contó la historia de un hombre que lo tenía todo en cuestiones materiales. Cuando llegó a su lecho de muerte comenzó a valorar la vida y hubiera dado todo lo que poseía por un segundo más en la tierra. Cuando la maestra nos contó aquella historia intentaba persuadirnos que no fuéramos materialistas, pero lo que yo me llevé es lo valioso que es el tiempo. Tan solo un segundo valdría todo y más de lo que él poseía. Es ahí cuando entendí que el tiempo no es cuestión de cantidad sino de apreciación. No es cuánto tiempo estuviste en la fiesta sino cuanto disfrutaste, no es cuánto tiempo estuviste en una relación sino cuanto amaste.
Me he comprometido a partir de este momento a festejar el milagro que es la vida, que cada hora, minuto y segundo se convierta en causa de celebración. Comenzar a valorar el regalo que es haber amanecido hoy con mi corazón palpitando.
Los invito a todos a sentir cada suspiro y no ahogarlo en el aire.
Y ya que es tradición feliz año nuevo.

You Might Also Like

0 comentarios